miércoles, 10 de octubre de 2012

Lagrilandia

Hace mucho que no lloro.
Mis lágrimas se fueron al Caribe, o tal vez a Paris.
Mis lágrimas juntaron sus ropas y partieron, lejos de aquí.
Necesitan masajes, sidra y un poco de ají.
Necesitan montaña, selva y río en Guayaquil.
Playa con arena y caracoles, no vendría nada mal.
Pero, yo se que van a volver.
Van a volver y van a ser millones.
Porque mis lágrimas no solo trabajan cuando me rompen el corazón.
Trabajan cuando algo me llega al corazón.
Cuando veo una película.
Cuando abrazo a un amigo.
Cuando miro un paisaje.
Cuando viajo.
Cuando como.
Cuando pico cebolla.
Cuando me río.
Cuando tengo miedo.
Cuando cuando veo a un perro haciendo algo divertido.
Cuando llueve.
Y cuando lloro.
El desamor, no solo produce lágrimas.
El desamor, no solo produce tristeza.
Te deja tumbado.
Te deja como en la cama de un hospital, en una sala de recuperación, todo enyesado.
El desamor, deja una cicatriz.
Pero viene el amor, viene la diversión y viene el tenedor y toda esa combinación, generan un buen ciclomotor.
Y mis lágrimas siguen vacacionando. Yo las dejo, por un rato.
Y mis lágrimas siguen evolucionando, cada vez crecen más.
Y mis lágrimas están con mis zapatos, allá por un río en Navidad.
Y mis lágrimas están, pero se fueron a pasear.

Adiós.

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